
Era un día cualquiera esperando que mi nieto saliera del colegio para llevarlo a su casa. La distancia es muy corta, apenas 300 metros, por lo que lo hacíamos siempre andando.
Pero ese día se convirtió en un día especial. Mi nieto al poco de ponernos a andar, lo suficiente como para estar los dos solos caminando, sin que hubiera otros padres o compañeros de clase, mi nieto alzando sus ojos al cielo y a las montañas que nos rodeaban, me preguntó “Aitona, ¿Y esto?”, enseguida me di cuenta de que era realmente lo que me estaba preguntando, y mirando en mi interior, me vino el versículo que dice:
“Y Dios dijo: hágase la luz, y la luz se hizo”, y eso mismo le contesté a mi nieto, añadiendo que así mismo hizo todo lo demás.
Se quedó en silencio y proseguimos con nuestro paseo hasta casa, pero no habíamos avanzado 20 metros, cuando me vuelve a parar, para preguntarme, ¿Y Dios ?, uhauuu, ¿qué le podía responder que él entendiera? no sabía qué decir, y le pedí ayuda al Señor, y me dio una respuesta: “Él es el Principio y el final”, con lo que se volvió a quedar callado y se acabó la conversación.
Este suceso removió mi interior y quise hacer algo más para hacerle entender lo que le había dicho, y Dios, en su gran misericordia, me dio una idea. Esperé el día idóneo en el que estuvieran los dos, mi nieta y mi nieto (dos pájaros de un tiro), y llegó el día.
En ese entonces, había unos payasos que eran muy conocidos por los niños, y estos tenían un lema: “Siente, piensa y haz”. Por medio de ese lema les podía explicar a mis nietos cómo Dios había hecho todo lo que había hecho.
Les hice recordar el lema de los payasos y les invité a hacer un dibujo; les di un papel y unos lápices de color, y les expliqué cómo lo tenían que hacer. Primero tenían que mirar a su corazón para saber qué había que les gustara, luego que pensaran cómo dibujarlo y para acabar, que lo dibujaran. Y ahí los dejé con su trabajo.
Al rato me llamaron, acudí, me enseñaron sus obras de arte y les felicité por lo que habían hecho, y añadí: así como vosotros habéis hecho, Dios también nos hizo, Él nos tiene en su corazón, pensó cómo hacernos y nos hizo, y todo lo ha creado para que nosotros seamos felices con Él y su creación.
Al tiempo me llegó la noticia de que, en la clase de mi nieto, la profesora les preguntó a los niños si había alguno que creyera en Dios, y mi nieto fue el único que levantó la mano diciendo que él si creía.
Todo un trofeo para él y para nosotros como abuelos.
El autor de este artículo: Joxan Rodríguez; abuelo de un nieto