Los abuelos han sido siempre unos seres imprescindibles en la vida de la familia.
Se ha visto, incluso, en estos años de crisis económica grave, que muchos de ellos, han sacado a los hijos y nietos de precariedades financieras ayudándoles con sus pensiones que, en la mayoría de los casos, son también escasas, e incluso en algunos casos, han tenido que ofrecer también sus casas y sus “todo”.
Pero en el tema que nos atañe, en este corto escrito es cómo, además, han ejercido de modelos, desde tiempos inmemoriales, en la transmisión de valores para la vida diaria de cada uno de los nietos y cómo se han ido incardinando, en las nuevas corrientes sociales, en ese invento maravilloso de Dios llamado familia.
Abuelo y abuela son, sin dudar, figuras de “apego” que dejarán huellas de seguridad y ayudarán a los nietos en su camino hacia la identidad y la libertad de pensamiento y de toma de decisiones. Y, aunque ellos ya no estén, cuando los nietos sean mayores, éstos siempre llevarán el sello de lo que aquellas personas amorosas hicieron y les transmitieron en sus primeros años de vida.
Una de las principales tareas, de las que se harán cargo, es la de transmitir el valor de la “raigambre” (sentido de pertenencia a un grupo familiar único).
Esa raigambre bañada en amor, en cuidados, en comprensión, en valoración, en disciplina (aunque los abuelos deben saber que, en este valor, son secundarios y, los padres, deben tener claro que ellos son lo que deben educar y los abuelos deben asumir sólo roles complementarios).
Siguiendo con la lista de valores, y muy importante hoy para nosotros, enfatizamos en la transmisión de la fe (que recordemos, debemos transmitirla también siendo abuelos. La Biblia nos manda que lo hagamos: “A los hijos de nuestros hijos”) y también debemos convertirnos en “guardianes” de la historia familiar y hacerlo con la serenidad de los años vividos y de los corazones cansados, pero con gran entusiasmo.
Hoy, nuestros hijos/as y nietos/as, viven vidas demasiado ajetreadas. Falta el tiempo para atender, conversar, leer, orar, o no hacer nada y simplemente estar juntos. Y los abuelos lo hacen y lo han hecho por años y lo seguirán haciendo, mientras les quede algo de vida, porque quieren tanto a esos seres, llamados nietos, que no escatimarán jamás esfuerzos aunque pudiera ser que no fueran esfuerzos vistos ni agradecidos, pero las caras y palabras de nuestros nietos son el mejor pago y la mayor alegría ¿verdad?
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Pues claro que si !!!!
Seguimos!!!!!!
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