Hola chicos y chicas. Me llamo Antonia Ramos y tengo más de 80 años. No se pueden imaginar la cantidad de cosas que he visto, la cantidad de cosas que he vivido y la cantidad de cosas que me han pasado. Ahora vivo en una residencia, que es un lugar en el que las personas mayores que necesitamos ayuda podemos pasar los días un poco más tranquilos. Tengo la suerte de tener muchos amigos.
Me encanta hablar, sobre todo de las cosas pasadas: de mis padres, de mis hermanos, de mi marido, de mis poesías y también de las dificultades que he pasado. Lo que se me da peor es escuchar, pero es que no quiero perder ninguna oportunidad de compartir lo que he vivido.
A pesar de ser mayor, soy muy coqueta. Me gusta arreglarme bien, utilizar pinzas pequeñas para el pelo y no me gusta que vean mi habitación desordenada. Leo, escribo, participo llamando a programas de radio…bueno, ¡soy una auténtica locomotora en acción!
Me gustaría contarles algo sobre mis días de colegio.
El colegio se llamaba «Escuela Rural Sanabria», estaba en Zamora. Nosotros no teníamos que llevar las mochilas tan cargadas en la espalda como ustedes. Llevábamos un solo libro; todos los días lo mismo (Enciclopedia). Con este libro estudiábamos todas las asignaturas: matemáticas, lengua, geografía e historia de la Biblia. Aún tengo uno, como se puede ver en la foto.
El maestro era el mismo para todos los colegiales y era el mismo para todas las asignaturas. Nos castigaban mucho, a veces nos dejaban sin patio, otras veces nos ponían de rodillas en el suelo con los brazos en cruz y encima de cada brazo ponían uno o dos libros.
En otras ocasiones, nos pegaban con una vara de fresno en las manos., ¡no podéis imaginar el daño que hacía! Afortunadamente, sé que hoy no pasan estas cosas, por eso creo que tienen que amar mucho a sus maestros y llevaros bien en las clases.
Mi profesor, o al menos el profesor que yo recuerdo, se llamaba don Vicente, era alto, fuerte, y le gustaba estirarnos de las orejas en invierno cuando estaban congeladas. Dicen que hacía mucho daño; yo siempre estaba callada por no tener que pasar por esa experiencia.
En el tiempo de patio jugábamos al escondite, a la cuerda y cuando era invierno nos íbamos a un pequeño riachuelo que estaba helado por el frío que hacía, y patinábamos sobre él. ¡Eh! ¿a qué esto sí les da un poco de envidia? Nos divertíamos un montón, aunque acabábamos con el “culito” mojado y con mucho frío.
Con el tiempo, he aprendido que debemos disfrutar de cada cosa que nos ocurre en la vida, que lo más importante es amar a los que tienes cerca y que si alguna vez quieren visitarme, no tarden mucho, estoy en la Residencia Alba, de Cobeña (Madrid). ¡Ah, y si por casualidad no me encuentran tengo muchos amigos que les van a contar cosas muy interesantes de las que ellos mismos han vivido!
Un beso muy grande en todos de Antonia.
NOTA: Antonia hace ya algunos años que murió pero con su testimonio sencillo y tierno, queremos honrar a todas las personas mayores y especialmente a aquellas, junto a sus familiares, que han sufrido tanto en las residencias con el coronavirus.
Antonia Ramos participó en un libro que lleva por título: Los años difíciles. Un testigo de protagonistas anónimos de la Guerra Civil. Ed. Aguilar (2003)
Testimonio publicado en Revista Infantil SPLASH · Usado con permiso.