
En una ciudad llena de edificios altos y calles bulliciosas, vivían dos hermanas, Sofia y Clara. A las dos les encantaba leer, pero tenían gustos diferentes. Sofía amaba los cuentos de aventuras, mientras que Clara prefería las historias de misterio.
Un día, mientras ayudaban a su abuelo Luis a ordenar la biblioteca, encontraron un libro antiguo de tapas verdes con flores doradas. “Este libro lo leía cuando era niño”, dijo el abuelo con una sonrisa nostálgica. “Se llama El Secreto de primavera y tiene algo muy especial”.
Intrigadas, las niñas comenzaron a leerlo juntas. La historia hablaba de una ciudad gris y triste que, cada primavera, cobraba vida gracias a una niña que descubría el poder de la naturaleza a través de la lectura. Mientras más leían, más se daban cuenta de que el cuento se parecía mucho a su propia ciudad.
Animadas por la historia, Sofia y Clara decidieron compartirla con sus amigos del barrio: Lucas, Valeria y Mateo. Entre todos idearon una manera de traer la primavera a su alrededor y, con ayuda de sus padres y abuelos, comenzaron a plantar flores en las macetas de los balcones y a dibujar mariposas de colores en los muros del parque, y también organizaron tardes de lectura al aire libre.
Pronto el vecindario empezó a cambiar, las calles se llenaron de colores, la gente sonreía más y los niños se reunían en la plaza para leer y jugar bajo los árboles.
Fue entonces cuando comprendieron el verdadero secreto de la primavera; no solo era la estación de las flores y el sol, sino también el tiempo perfecto para compartir, imaginar y hacer de su ciudad un lugar hermoso. El libro “El secreto de la primavera” se convirtió en su historia favorita y cada año, al llegar esta estación, Sofia, Clara y sus amigos se reunían para leerlo juntos recordando que la magia de la primavera podía nacer en cualquier lugar donde existiera el amor por la lectura y la amistad.
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