Del hierro al cristal

Se está marchando la generación de Hierro.

La generación en la que, muchos de ellos, sin tener estudios educaron a sus hijos dando paso a la generación de Cristal.

Una generación que a pesar de la falta de todo, nunca permitió que faltara lo imprescindible en el hogar.

La que enseñó valores, tan importantes, como el Amor, el Respeto y la Integridad.

La que con un apretón de manos y su palabra cerraba un trato y lo cumplía,  sin necesidad de establecerlo por escrito.

Se está marchando la gente que enseñaba a los hombres y a las mujeres a valorarse y respetarse mutuamente.

Se están marchando aquellos que podían vivir con pocos lujos sin sentirse infelices o frustrados por ello.

Los que trabajaron desde muy temprana edad para ayudar en sus casas y nos enseñaron el valor de las cosas. No el precio.

Los que compartieron habitación con sus hermanos,  y en ocasiones hasta la misma cama, sin quejarse o reclamar la suya propia; lejos de eso se adaptaban a las posibilidades familiares.  Entendiendo que lo primero no era uno mismo.

Los que tuvieron pocos caprichos, pocas posibilidades de estudiar una carrera, pocos juguetes, pocos sueños cumplidos. Algunos esperaron muchos, muchos años para tener un balón en sus manos o una muñeca.

Una generación que trabajó duramente, sin ayudas sociales. Una generación hecha a si misma. La generación de Hierro.

Se están marchando los que pasaron por mil dificultades y sin rendirse nos enseñaron como vivir con dignidad.

Los que vivieron una posguerra, padeciendo las perturbaciones ocasionadas por ella. Algunos con muy corta edad aguardaron en las colas del racionamiento, cartilla en mano. Para recoger algún alimento o simplemente un chusco de pan.

Los que después de una vida de sacrificio, esfuerzo y penurias se van con las manos arrugadas y la frente bien alta.

Se está marchando la generación que aprendió a vivir sin miedos.

Se nos está marchando la generación que tanto nos enseñó y que nos dio la vida.