¡Nada menos que 30 años con hijos en casa (porque tenemos 4), con sólo una “tregua” de 4 meses por un Erasmus…! En su transición entre estudios, estancias en el extranjero y encontrar cada uno su camino y su lugar, nuestros hijos han ido yendo y viniendo – pero ahora se han ido todos. ¡Qué vacío en casa! Demasiada tranquilidad…
¿Quién come ahora toda la comida que preparamos? Cocinamos 2 o 3 veces ¡y nos dura toda la semana! ¿Quién baja los reciclajes? ¿Quién dobla las camisetas? En lugar de poner 5 lavadoras seguidas en un día de sol, pongo una cada 2 semanas… ¿Y quién nos saca un selfie en condiciones? ¡Cuánto los echamos de menos a los hijos! Cuánto los queremos…
¿Cómo llenar este vacío, cómo evitar que me arrastre la nostalgia? Lo primero que se me ocurrió fue pintarme las uñas. Hacía tantos años que no lo hacía, ¡que tuve que volver a aprenderlo! ☺ Luego decidí retomar un viejo hobby: ¡Hacer puzles! Lo puedo hacer poco a poco en mis ratos libres en una de las habitaciones vacías. En otra habitación, me he instalado con mi portátil para mis cursos online – ¡Ya ha llegado un reposo a mi ministerio itinerante dentro de casa! Y la habitación pequeña sirve para guardar la bicicleta que mi marido usa cada día, así despejamos el pasillo de la entrada – ¡Qué alivio! Pero falta gente en casa…
Por eso, los fines de semana se han convertido en tiempos de encuentros: acordamos video -llamadas con unos u otros (más mi padre que está en Alemania), porque todos viven lejos. Y hemos retomado la hospitalidad – interrumpida por la pandemia – quedando con amigos, invitando a vecinos y a otras personas que queremos conocer mejor. ¡Qué alegría!
Con todo, también disfrutamos de la nueva tranquilidad – a mí me sirve de descanso mental (aunque sigues pendiente y preocupada por diversos asuntos de tus hijos, pero ya son adultos y tienen que enfrentarse ellos mismos con los retos de su vida). Mi marido me mima con cenas especiales, ¡y podemos elegir la serie de Netflix que nos gusta a nosotros! ☺ Pasamos más tiempo hablando, somos más amables y pacientes uno con el otro, intentamos cuidarnos y cuidar uno del otro. ¡Nos estamos haciendo mayores!
Last but not least, se ve reforzado la labor de intercesión, de presentar a nuestros hijos delante de Dios en oración. ¡No hay nadie mejor para cuidar de ellos! Están lejos, pero están en nuestros corazones, la relación cambia, los tenemos que soltar – pero nos unen vínculos de amor y los acompañamos en su camino, desde la distancia. ¡Gracias Dios por nuestros hijos!
Felicidades por tu artículo!!!! Muchos nos podemos identificar con tu experiencia. Gracias!
Gracias Sigrid por tu comentario y por vuestro ejemplo.